sábado, 28 de marzo de 2015




Algo indefinible, algo, o quizás no sea nada, un paso más o tres pasos detrás de ti, detrás de mi, detrás de quien sea, sea algo o no sea nada. Un leve desgarro.

No.

Me apaña, me cobija la indiferencia y la idiotez de quien me rodea, es tan clásico, tan insulso, tan nada, un paso más, dos pasos más, tres pasos menos, y siempre detrás de ti, de tu mirada, de todo aquello que jamás pude decirte y ahora ya es tarde, perdón.
Lo que tengo y voy a tener, como un recuerdo, algo que ya no está que se perdió, que aun está, y son ya cuatro pasos al costado, son cinco pasos desvariados, son sequías que dejan crecer un musgo explosivo que me colma, me fragmenta, que nada es así, que todo cambió, y seis pasos a la izquierda y no quiero entrar al baño y ya no ver tu perfume
Por que tenía que ser ahora
Cuarenta y cinco pasos a la derecha y dos kilómetros.

Y nada y todo, pero aun así, la angustia calma…me sofoca, me cega saber que no estás, que no es una pelea inhóspita, es inhóspito, no estas, aunque juegues y me grites desde la cocina…

Nun-ca





No, no creo que se me pase.
¿A vos se te pasó?
Te hacés amigo de lo inevitable, de lo lejano, de lo que no está, de lo que nunca estuvo, de todas esas ciudades que capaz no existen. Capaz, el afuera es un invento.
¿Cómo podemos saberlo?
Asimilar no es lo mismo que entender, que saber, que intuir… Asimilar es reírse, entre lágrimas que hierven: todos tenemos voces.
Yo tengo tu voz. Tenés la mía. 
Es probable que por eso estemos confundidos, conmovidos, convencidos. Es probable que por eso esté escribiendo: es piedra libre, es detener el tiempo unos segundos y descubrir, cuando el ritmo cotidiano se reanuda, que no tenés pantalones. Y estás rodeado de personas. 
Un sueño incómodo.
Por eso es bueno que tu ropa interior no esté agujereada. 
“¿Qué pasó?”
No sé.
Pero no creo que se me pase

Cotonetes

Mando un msj anónimo?
Dejo un fragmento de papel sin nada escrito?
Si fueras capaz de leer eso que es ausencia. Si antes fuera hoy y pudiera despedirme honradamente. Si hoy no fuera 18 y pensara en esto, aquello, lo que vendrá y todas las cosas que me pertenecen y no son nada. Si todos estos si fueran solamente un sí.

Si miraras dentro de todo el caos, si te dieras cuenta que el caos no lo es, que tal vez sin esa mínima cuota de delirio no hubiésemos sido mucho más felices, si pudieras ver dentro de estas manos que tiemblan de deseo solamente de escuchar, algo invalido, incorrecto, mal pronunciado, mal diagramado. Si tu voz fuera la que fue y no un nudo de glorias de penas que caen al piso sin generar más que abolladuras. Si vieras este amor que se acurruca y el miedo que lo protege.
Si sintieras como arremetés en el pensamiento una vez por día, o dos.
Si sintieras el miedo que sentí cuando te miré a los ojos y ya no podías explicarte. Y sabiéndolo, dejarnos. Abandonarnos. Si hoy te … y provoca pánico, si todos esos cuerpos al menos tuvieran algo de vos. Si pudiera decir que … sin partirme en dos, en mil, y si supieras que cansador es volver a juntarme, y pegarme con plasticola para que el próximo estallido duela menos, rasgue menos, se vaya apaciguando, se vaya calmando hasta enterrarte completamente en mí y que tu imagen sea esa, la que yo pretenda que sea y no duelas. Y pueda descansarte tranquila, sabiéndote dentro de mí, tranquilo, mirándome despacio, si esa imagen la pudiera retener por siempre, que no te me muevas hacia otro lugar, que no te estaciones a veces en mis tripas, porque duele, que no me acaricies los ovarios, porque me mata, que no estaciones en mi corteza porque brota. Si pudiera decirte que te …, y agitarme y gritarlo una noche como hoy para jamás ser escuchado, para darme cuenta que efectivamente no puedo prohibirte, no hoy que es 18 y no puedo impedirlo. Voy a hacerlo,

En medio del desierto de atacama voy a gritar tan fuerte, tan fuerte para yo misma poder escucharlo y entender que te extraño

lunes, 23 de junio de 2014

Foco variable

Lago en el Cielo


Tenía unos segundos separados de la distancia focal real, una falsa apariencia de distancia y tiempo,
 tal vez movimiento.
Se desvaneció la arena en mis manos antes de tiempo, hermosa la forma en que caía, 
como rozaba mis dedos cada vestigio de lo que es, en un ataque desenfrenado de algo, capaz melancolía,
 sucumbí ante la mirada de esa foto. El sonido fue estremecedor, el piano partía cada uno de los fragmentos,
 los volvía visibles en movimiento, movimientos y choques y subidas, in crescendo, volcado, durmiendo,
 alzándose y destellos de luz deforme, luz sin aire, intersecciones de movimientos chocados encadenados y no fragmentados agonizantes del sonido del piano.

Espera.

El foco engañaba, el foco ubica, guía, recorre, provoca movimiento. El foco estaba desconcertado.
Foco preciso, entonces, dónde está la arena, dónde están las piedras negras? Paso.
Un bosque, energético…por eso dormimos, ya no.
Este presente tan abierto, cuando puedo decidir, puedo desear. La arena.

Lo que no se pronuncia



En los rincones las pelusas, grises y rosas. Capaz las limpia, o las patea hacia debajo de la cama, es amplia y fría. En otro rincón nada. Solo el brillo del sol que entra sin permiso porque las cortinas son inexistentes. Pasando el cuarto  el frío es inmutable. Solo eso. Pasando la habitación solo es frio y nada más. Después hay una cocina. Con aromas avergonzantes que él sabe que están, puede olerlos porque no hay impedimentos en su olfato. Desventaja. Desventajas en el juego.
Entonces el juego se vuelve distante y practicado. Qué vamos a hacer si después de la habitación solo hay nada y en esa nada el brillo del sol refleja lo inexistente y lo ahuecado...cómo puede hacer para que ese brillo no la cegué nuevamente y caiga en la trampa de tantas pelusas y tantas sabanas y tantos perfumes y tantos olfatos y tantos y tantos que son...nada.
El recreo cae en un balcón donde después de las 5 el sol no da vida, la quita lentamente y empieza antes la nostalgia de saberse solo y con palabras atravesadas en la memoria o la garganta, tironeando sin poder salir, sin decirse, sin corporalidad, como ese sol que cae rápidamente, como en ningún otro lugar, como en ningún otro estado. Entonces... Entonces qué?
Todo. Porque el juego cae en la cocina, cae en el frío de la sala posterior del cuarto. Ahí él ha sido sepultado. Pasarán a la habitación, cálida, con colchas que dan alergia, que dan recuerdos ajenos que aún se sienten en las paredes, donde no hay huellas en las paredes....no eso fue en otro lugar, la marca de rouge en la pared y perdón. O disculpas, “fue lo que pasó y no quise ensuciar”, pero existe y la ridiculez donde se ensucia, se cega, se tironean las palabras, se callan, se atragantan, se calman, se duermen, descansan en la lengua que algún día, dirá las más crueles y duras palabras, porque van transformándose en eso que no queremos que sean. Es lo más parecido a la realidad y lo más alejado. Es fácil y no, porque lo fácil redondea lo complejo, dentro de lo fácil está el mundo incompleto indecible...imberbe...mudo, adicto.  Y él, guiando el juego tonto entró en la mancha que ya nunca podrá sacar.
Las pelusas se vuelven luz. La luz que molesta porque ya no hay nada y el frio atraviesa el cuarto, la puerta golpea,  la tira con violencia por no comprender al cuerpo tendido en las sabanas que no le pertenecen, ella lo sabe, lo siente y pretende dormir dentro de otro recuerdo, y el juego simple, la marca de rouge en la pared todo revuelto y mezclado, todo eso dando giros junto con las polvos que se desprenden del piso...caen de golpe en su rostro que en su frenesí desesperado por intentar acallar se sabe despierta, prefiere ignorar y ya no lucha y ya no quiere el juego y ya no quiere nada. Desea que todo se vaya con él cuando cierre la puerta del frío. Que deje de entrar el flagelo que mueve todas esas pelusas y partículas y palabras que la agotan y molestan. Vuelve a dormir. Pero...
El recreo, donde el fuego se extinguió antes de prenderse porque ambos saben que nunca pasará, que todo será una práctica recriminatoria de otra, una reiteración para entender lo pasado, y los jirones y la piel estirada que duele y lastima, y más adentro por favor y basta.
Se va, no hay juego, hay sol, hay que despertar de ese sueño denso y pálido, que vuelva el sueño de saberse soñada. Saberse descansada y desnuda frente a lo puro. Lo puro del engaño insistente que tanto calma, porque siempre apacigua lo que es conocido, porque lo conocido es sabido, aunque no lo sea, porque las pelusas son entes con nombres propios y puede decirlos, pero no. Porque la boca ve que calla su propia función.
Los órganos que mueven teclas invisibles tocando lugares impenetrables. Para qué? Por qué si nada vuelve? Porque volver...porque dejar que callen y se vuelquen a otros gestos a otros juegos a otros nombres. Y la pared manchada, manchando el baño con sangre que se va por la tubería y nunca lo sabrá porque nadie lo vio, nadie lo supo, nadie de nadie porque nadie ya es un amigo.

Mejor decirlo, después de las 5, a las 7, se va, ya no quiere verlo, el sol se fue, pero lo malo es conocido y volverá, entonces sale al frio. Ella sale y se acobarda de ella misma, de saberse encerrada en una rueda que no gira, que estancada y neutra volverá al frio de la sala contigua, donde el balcón muestra las luces en subida, los arboles lejanos, que antes él le comentó y a ella le importó poco. No sabía que iba buscando, no sabía que iba a esconder ni callar ni gritar, porque si grita, ella apagada grita que no queda nada. Solo las pelusas, que intenta evitarlas porque los nombres que hablan en ellas son repetidos. Todos acostumbrados y el anzuelo fue fácil, y la escoba barre lo que ya no limpia y nunca limpiará, se sabe desconocida e imparcial. Cuando pone el pie en el balcón y mira hacia abajo piensa en la ceniza cayendo sin medida, agrandándose rápidamente en el aire fresco que no le pertenece. Que no le es propio, que prefiere la humedad aunque luego se queje, aunque a regañadientes prefiera la humedad y lo malo que ha reconocido y sabe tratar y manejar. Y todo esto, para qué? Porque lo simple no es simple, no es complejo, son las palabras que nos impiden entendernos, que las miradas se entienden, entonces él la agarra, la abraza, la mira, ella lo mira y entiende cosas que no comprende y son innombrables. Todo esto cayendo desde el balcón, dejando caer la hoja, tirando el mapa hecho a mano, con letra de nene, incomprensible, perdida, disipada y asustada no se logra compensar y toda esa vorágine de lástima, pena y angustia por todas esa cosas que ya no son palabras que ya no son nada más que frío en la garganta y en el cuerpo. Tan adentro, tan profundo, tanto duele, pero ese dolor gozoso y nefasto, como él. Como lo frío que te identifica y que es innato, y el mutismo. Cae todo por el balcón y ella mira como chocan contra la pared del vecino que siempre tiene agua, agua viscosa y verde, y ella quiere un mar, calor, palabras que cubran todo eso, quiere la mirada que siempre está, quiere que el discurso no sea analizado. 
“Analizo tu discurso” por qué...si todo esto cae rápidamente en horas hacia las sabanas de nadie, impersonales y beige que no emiten más que sonidos apagados. En la almohada el sueño no llega, solo dormir sobre lo negro, como un gran fundido para empezar de cero o de dos o no empezar. Cierra la puerta fuerte, porque el enojo es evidente, la despierta y ella piensa: cuándo fue que decidí hacer todo esto...todo esto que me gana y a la vez empata. Entonces apreta los ojos y él se sentará en la cama tocándole los pies. Ella deja que la toque y siente que ya todo se ha vaciado, antes de llegar, que el error fue haberlo aceptado. Pero ya es tarde, él se apoya sobre ella, la abraza y le dice algo que la tranquiliza, porque la sabe inestable y con penas que nunca contará y se las morderá por dentro y la única forma de contarlas es cuando él le dice que todo es normal, que todo está bien y ella sabiéndose  engañada y torpe, mala, avergonzada no tiene más escapatoria que rendirse a la presión y tan adentro que duele. Y el sol la despierta, fueron solo 5 minutos, 5 minutos donde la habitación es cada vez más cálida y recuerda a algo que tampoco dirá, pero lo rosado se mancha con todo eso que no se puede, que es pesado y las partículas se vuelven plomo y duele la cara, la nariz, los ojos y las orejas, porque el frio apresa.

viernes, 5 de marzo de 2010

Nada

Llega el horario, se cae el tiempo detrás de la puerta se mueve el reloj, pero las agujas están quietas, estancas como siempre.
Se cae la puerta, se mueve el reloj rápidamente. Ella mira por la ventana como la gente se choca, irrefrenables en la jungla, animales muertos, pero es un insulto, los animales no se chocan, solo se respetan. Ella los mira, ríe internamente cuando se cae el reloj.
Piensa en ella, vuelve el recuerdo del baño, del perfume perdido entre miles de olores, vuelve ella y ahí no puede contenerse. Por eso prefiere la ventana, divertirse viendo un juego de ajedrez sin reglas, todos peones de sus pensamientos, todos diferentes en sus palabras y gestos y estupidez. Al fin, cae la aguja y ella se tranquiliza.
Ahora puede verla. No hay tiempo, no para ella que deja de mirar y vuelve a la mirada perdida, sin recuerdos, ni canciones, vuelve a ella, al silencio, el silencio.
"es hora de que cambies de actitud"- María
Pero ella no la escucha, simplemente lo siente, superficialmente la roza, le toca la punta de las manos, de su piel, le acaricia el pelo, es una frase mal utilizada, fue a destiempo.
Ahora pueden verse detrás de todo, pueden verse debajo de las mascaras que siempre las cubren, que simulan figurarlas para cambiarlas de forma, adquirir otro modo de perfección. Y es en ese momento, en ese instante prolongado, cuando ella la mira y sabe que no hay nada que las acerque.
Ni el tiempo, menos todo lo demás.

jueves, 27 de agosto de 2009

Fausto.-



Los descubrimientos importantes se hacen en las circunstancias y los lugares más insólitos. La manzana de Newton, mire si no es cosa de pasmarse. A mi me ocurrió que en mitad de una reunión de negocios pensé sin saber por qué en los gatos -que no tenían nada que ver con el orden del día- y descubrí bruscamente que los gatos son teléfonos. Así nomás, como siempre las cosas geniales.Desde luego un descubrimiento parecido suscita una cierta sorpresa, puesto que nadie esta habituado a que los teléfonos vayan y vengan y sobre todo que beban leche y adoren el pescado. Lleva su tiempo comprender que se trata de teléfonos especiales, como los walkie-talkies que no tienen cables, y además que también nosotros somos especiales en el sentido de que asta ahora no habíamos comprendido que los gatos eran teléfonos y por lo tanto no se nos había ocurrido utilizarlos.Dado que esta negligencia remonta a la más alta antigüedad, poco puede esperarse de las comunicaciones que logremos establecer a partir de mi descubrimiento, pues resulta evidente la falta de un código que nos permita comprender los mensajes, su procedencia y la índole de quienes nos los envía. No se trata, como ya se habrá advertido, de descolgar un tubo inexistente para discar un numero que nada tiene que ver con nuestras cifras, y mucho menos comprender lo que desde el otro lado puedan estar diciéndonos con algún motivo igualmente confuso. Que el teléfono funciona, todo gato lo prueba con una honradez mal retribuida por parte de los abonados bípedos; nadie negará que su teléfono negro, blanco, barcino o angora llega a cada momento con un aire decidido, se detiene a los pies del abonado y produce un mensaje que nuestra literatura primaria y patética translitera estupidamente en forma de "miau" y otros fonemas parecidos. Verbos sedosos, afelpados adjetivos, oraciones simples y compuestas pero siempre jabonosas y glicerinadas forman un discurso que en algunos casos se relaciona con el hambre, en cuya oportunidad el teléfono no es nada mas que un gato, pero otras veces se expresa con absoluta prescindencia de su persona, lo que prueba que un gato es un teléfono.Torpes y pretenciosos, hemos dejado pasar milenios sin responder a las llamadas, sin preguntarnos de donde venían, quienes estaban del otro lado de esa línea que una cola trémula se harto de mostrarnos en cualquier casa del mundo. ¿De que me sirve y nos sirve mi descubrimiento? Todo gato es un teléfono pero todo hombre es un pobre hombre. Vaya a saber lo que siguen diciéndonos, los caminos que nos muestran; por mi parte solo he sido capaz de discar en mi teléfono ordinario el numero de la universidad para la cual trabajo, y anunciar casi avergonzadamente mi descubrimiento. Parece inútil mencionar el silencio de tapioca congelada con que lo han recibido los sabios que contestan a ese tipo de llamadas.

J.L.C.